CUANDO LOS HIJOS INTERACTÚAN COMO PADRES
Damos por hecho que en la familia cada uno de los miembros lleva a cabo su rol o función según el puesto que ocupa como en efecto debería ser por naturaleza. También damos por sentado que la familia es el nicho de crecimiento, evolución y realización del ser humano. Sin embargo, estudios recientes basados en las experiencias traumáticas y tóxicas de muchas personas alrededor del mundo demuestran que no siempre esto es así.
La familia es una constelación de seres que portan un arquetipo definido por los lazos, relaciones y lugar que ocupan según la llegada a este árbol o micro cosmos, el cual está inmerso en una cultura, situación socio económica, bagaje ancestral e innumerables factores que hacen que cada núcleo familiar sea único y tenga sus propias fortalezas y debilidades. La familia no escapa tampoco a las leyes universales de la polaridad luz y sombra.
Por ejemplo, el rol de los padres está relacionado con cuidar, dar sostén, alimentación, seguridad, guía, corrección y educación.
Parece que todos tenemos claras estas funciones parentales. Sin embargo, en muchas ocasiones los hijos asumen este papel y se convierten en padres de sus padres, dándose un proceso llamado Parentalización.
Esta inversión de roles perjudicará de forma silenciosa y casi invisible la vida del hijo. Éste poco a poco se irá responsabilizando de tareas y asumiendo funciones que no le corresponden, enfocándose en hacer que otros miembros del sistema se encaminen a ciertos objetivos y olvidándose de su propia vida.
Cuando los roles no están bien definidos en una familia, todo el sistema se desestabilizará y habrá confusión y desorientación en los miembros del núcleo familiar.
¿COMO PUEDE GENERARSE UNA INVERSIÓN DE ROLES?
Hay muchas situaciones en las que puede darse la parentalización de los hijos. Los casos mas comunes son cuando alguno de los padres falta por separación o por fallecimiento. Entonces el hijo siente la soledad y vulnerabilidad del padre o la madre con la que convive e intenta llenar el vacío del progenitor que no está.
Otro caso es cuando existe negligencia, agresividad o algún tipo de disfuncionalidad por parte de alguno de los padres; entonces es muy común que los hijos pretendan subsanar las heridas emocionales causadas por la indiferencia, el abandono o el maltrato sufrido por el otro progenitor y se enfocará en consolar y curar estas heridas, asumiendo esto como su responsabilidad.
Un caso muy común en nuestra cultura es el desorden causado por la adicción o comportamiento compulsivo
de alguno de los padres o de ambos. El consumo excesivo de alcohol, drogas, la adicción al juego, al sexo, a la comida, son comportamientos destructivos que vuelven tóxico el entorno familiar. Entonces el hijo observa el comportamiento de sus padres y puede leerlo como infantil, inmaduro y pueril y por compensación asume el papel que falta en la familia: el de adulto maduro y responsable asumiendo el puesto de autoridad, el de “líder de la manada”.
Lo mismo sucede frente a la incapacidad o negación a asumir las responsabilidades económicas por parte de alguno de los padres. Los hijos toman la decisión de compensar este faltante y se convierten muchas veces a temprana edad en proveedores de la familia. Esto eleva inmediatamente el estatus del hijo en el sistema familiar y en muchas ocasiones estos hijos se convierten en seres muy autoritarios, críticos y verdaderos jueces implacables y verdugos de sus padres.
También se da el caso de hijos que ven envejecer a sus padres y en el afán de ayudarlos los incapacitan y controlan, sin darse cuenta de que por mayores que estos sean, siempre ellos serán los padres y merecen el trato y respeto digno de su rol.
CONSECUENCIAS DE LAS RELACIONES INVERTIDAS EN EL NUCLEO FAMILIAR
La primera consecuencia para el hijo que asume el rol de padre es la pérdida de las etapas de la vida consecuentes con su edad, lo cual frena su desarrollo evolutivo y pone una gran carga sobre sus hombros que ensombrece la percepción de la vida.
Este hijo desarrolla una actitud de crítica y juicio hacia sus padres, debido a que se siente con un derecho inconsciente a reprocharles lo que no le gusta, con qué no está de acuerdo y ordenarles la dirección que él, o ella, considera correcta para la vida de ellos y la del núcleo familiar. Se desarrolla entonces un carácter muy dominante e irascible, le cuesta trabajo recibir y solo da de sí mismo por compensación y no por verdadero amor, lo que le generará problemas en otros entornos y en sus relaciones personales y profesionales.
La pérdida del rol de niño en la infancia o del adolescente, da lugar a desadaptación, una baja auto estima, un pobre concepto de sí mismo y una frustración permanente, debido a la dificultad de lograr los cambios que se propone en los miembros de la familia, comparándose con los demás y no sintiéndose suficiente.
Estas sensaciones de incapacidad frente a metas inalcanzables, pueden crear trastornos del estado de ánimo, ansiedad, depresión y actitudes autodestructivas y de tendencia al fracaso que pueden durar por años y que solo cederán cuando él o ella misma y el sistema en el que conviven, cambien el enfoque y se transforme profundamente la dinámica de toda la matriz familiar.
QUE SE PUEDE HACER.
El primer paso es darse cuenta de la disfunción y el desorden que existe en cuanto a los roles en la familia.
Al hacerse consciente y aceptar que no se está ocupando el lugar que corresponde, comenzará un cambio paulatino desde el interior que pronto debe verse reflejado en el exterior, en los otros miembros y en otras áreas de la vida.
Para el hijo que ocupa el rol de padre, la sensación de liberación de las cargas ajenas debe abrir las puertas para desmontar la percepción de fracaso e incapacidad y querer tomar las riendas de su vida con todo el fervor, la convicción y el impulso que esto requiere.
En este punto será de suma importancia la colaboración de todo el sistema familiar en el cual cada uno de los miembros tiene igualmente una tarea a realizar en cuanto a moverse del lugar que ha ocupado erróneamente y llegar al lugar que le corresponde. En el caso de los padres, el de autoridad, liderazgo y buen ejemplo, con las responsabilidades correspondientes.
El desmonte de estos roles equivocados es imperativo y debe hacerse con constancia y continuidad con el fin de que el hijo retome su propia vida en sus manos, reciba y acepte sus propias responsabilidades y se sienta digno merecedor de crear una vida gozosa y abundante.
COMO AFECTA LA BARRERA GENERACIONAL
Comprender que las tendencias en cada generación van cambiando e identificarse con las características de nuestra propia generación como padres y como hijos trae mucha claridad a los procesos que se viven dentro de la familia.
Se ha comprobado que una de las generaciones en las que mas se ve el síndrome de la parentalización es la generación que llamamos “milenials”. Son los nacidos entre 1980 y 1995 y que hoy día tienen entre 18 y 36 años. Las personas de esta generación son hijos de padres que son llamados de la generación X, nacidos entre los años 1960 a 1975 y hoy día tienen entre 45 y 60 años.
La generación X fue criada y educada bajo parámetros de disciplina y exigencias muy duras que eran acompañadas en muchas ocasiones por castigos físicos y abuso emocional y psicológico. Se les exigía productividad, eficiencia y perfección en casi todas las áreas de su vida. Por lo tanto, son personas con estándares de productividad muy altos, disciplina y búsqueda de logros académicos y empresariales exigentes y competitivos. Esta generación al haber sufrido en su infancia y haber tenido pocas oportunidades de escoger lo que querían para su vida, no quisieron repetir estos esquemas al convertirse en padres; por lo tanto, educaron a sus hijos en la mayoría de los casos con valores muy distintos a los recibidos, en el marco del respeto, la seguridad y la libertad para desarrollarse autónomamente.
Paradójicamente en un alto porcentaje de la población este “experimento” no dio los resultados esperados y nace toda una generación de jóvenes a los cuales también se les llama la generación “de cristal” pues “se rompen fácilmente”. Estos jóvenes a diferencia de generaciones anteriores ya no se callan las injusticias, no son sumisos y expresan sus opiniones airadamente. No admiten las críticas, desean ser adulados y reconocidos constantemente, hacen lo que consideran, no quieren compromisos de ningún tipo, rechazan la seguridad que les ofrece la familia, tienen muy poca tolerancia a la frustración y encima se sienten con derecho de juzgar y condenar el comportamiento y la vida de sus padres.
Hay que tener en cuenta igualmente la influencia de la tecnología y el internet sin límites con la cual interactúan los milenials desde muy corta edad y que al igual que la generación Z, nacidos entre 1995 y 2010, actualmente con menos de 26 años, aprendieron la inmediatez de los procesos digitales, por lo general son menos dados a la lectura, con poca paciencia para el estudio de las ciencias y las artes y en muchos casos tienen tendencia a relacionarse con youtubers a los cuales admiran y siguen obsesivamente, rechazando los estándares y la cultura de generaciones anteriores.
El caos ecológico que se vive a nivel mundial, la destrucción de los recursos naturales y la desproporción entre la pobreza y la riqueza en el mundo, son otros factores que con justa razón critican las jóvenes generaciones a sus antecesores, haciéndolos responsables de la usurpación, deterioro y maltrato del planeta, la pérdida de innumerables eco sistemas y especies, temas acerca de los cuales estas generaciones son muy conscientes y responsables a diferencia de las anteriores.
Esto agrava la fractura entre generaciones, la cual se ve reflejada en el deterioro de las relaciones entre padres e hijos en el seno de la familia.
LOS ARQUETIPOS DE LA PSIQUE.
La psiquis humana está estructurada a partir de modelos o símbolos llamados Arquetipos. Estos modelos que son imágenes simbólicas universales primarias, provienen del inconsciente colectivo y son asimilados por el individuo según su situación o tendencias internas.
Entre los principales arquetipos de la psique descubiertos por el Doctor Karl Jung, médico psiquiatra y psicólogo suizo de mediados del siglo XX, se encuentran el de “El gran padre” y “La gran madre”. Estos se refieren precisamente a estos roles tan importantes que juegan un papel decisivo en la vida de una persona, moldean y encaminan su personalidad, apoyan o debilitan su evolución y dejan una marca que define la vida del hijo en muchos sentidos.
Posteriormente el psicólogo norteamericano Eric Berne, descubrió el sistema que denominó “Análisis Transaccional”, por medio del cual se analizan las interacciones entre tres arquetipos fundamentales de la personalidad, como son el arquetipo Padre/Madre, Adulto/Adulta y Niño/Niña. Estos arquetipos que son estados del Yo de cada persona, funcionan en alternancia según la personalidad y la conveniencia de la situación o “Transacción”, como denominó Berne a las interacciones que se realizan entre los seres humanos y que dan origen a lo que denominamos comunicación.
A su vez el Yo Padre, como se enuncia este estado en el sistema de Eric Berne, al igual que el de Adulto y el de Niño, se subdividen para su estudio en franjas de conciencia de aspectos y características específicas para cada rol y nos permiten ver el grado de complejidad de cada estado interno y del estudio y análisis de los mismos.
El estado del ego parental puede subdividirse en Padre Crítico (PC) y Padre Nutridor (PN). El estado Adulto no tiene subdivisión y permanece estable y el estado del ego Niño puede ser Niño Libre (NL), Niño Sumiso (NS) y Niño Rebelde (NR). (Ver gráficos).
Si en cada uno de nosotros existe un Padre, un Adulto y un Niño, las interacciones entre dos personas pueden ser “Complementarias”, o “Cruzadas”.
En las transacciones complementarias El Yo que emite la comunicación en una de las personas, conecta con el mismo estado del Yo de la otra persona que emite la respuesta. Interviene un solo estado del Yo en ambas personas.
En las transacciones cruzadas, el Yo que emite la comunicación, recibe respuesta de un estado del Yo distinto al del emisor, dado por la otra persona. Intervienen dos estados del yo en una misma interacción entre las dos personas.
Existe también la posibilidad de que el emisor emita una comunicación y reciba la respuesta en un estado del Yo diferente al que actuaba cuando el mensaje fue emitido. En esta interacción intervienen nuevamente dos estados del Yo diferentes.
Hay muchas posibilidades de combinación en las interacciones entre los tres estados del Yo de cada persona ya que sumando a las dos personas centrales en una comunicación se dan seis estados del Yo principales y con sus subdivisiones se dan múltiples posibilidades de interacción o transacción.
Puedo tener una interacción entre mi estado Niño libre y el estado Niño libre de otra persona, lo cual daría como resultado una interacción complementaria. También puedo tener una interacción entre mi Yo Padre crítico y el de otra persona, en cuyo caso aparte del resultado armónico o no, sería complementaria.
Las transacciones cruzadas suceden entre aspectos del Yo que son diferentes, por ejemplo entre el estado del Yo Padre crítico y un estado del Yo Niño rebelde y viceversa.
También entre estados Adultos y los diferentes estados del YO Padre o del Yo Niño.
Si por ejemplo le pregunto a un vecino por una dirección que necesito encontrar y él en lugar de darme la indicación me dice que no tiene tiempo y que me compre un mapa, la interacción habrá sido cruzada y generará malestar y tensión, pues yo desde mi Adulto neutral pregunté por un dato práctico de carácter racional y mi vecino desde su Padre crítico, me contestó en términos autoritarios y déspotas. Igualmente, si le digo a mi pareja que he tenido un mal día y me siento muy mal y ésta en lugar de consolarme y apoyarme me ignora o se ríe de mi haciendo un chiste, será otra transacción cruzada entre un Yo Adulto y un Yo Niño rebelde, que igualmente dará lugar a malestares y tensiones en la comunicación y causarán deterioro del afecto.
Para Berne, las transacciones ideales se dan entre ASPECTOS DEL YO ADULTO. Son interacciones complementarias, armónicas, maduras y prácticas, que pueden contener rasgos de liderazgo o autoridad si vienen de nuestros padres biológicos, o rasgos lúdicos y creativos si vienen de nuestros hijos biológicos. No quiere decir que entre parejas, amigos, o socios no se puedan dar también transacciones con tendencias jocosas y divertidas o de carácter serio y trascendente, pero en general la buena comunicación y armonía en las relaciones humanas se genera cuando las personas involucradas permanecen la mayor parte del tiempo en el aspecto Adulto y neutral de su Yo. La conciencia Adulta es capas de ser objetiva y de percibir los eventos como posibilidades de aprendizaje en lugar de dramas personales victimizantes. Se crea así una personalidad responsable, funcional, asertiva y confiable dando lugar a relaciones de la misma índole.
El análisis transaccional puede volverse extremadamente complejo y profundo, sin embargo trataremos de mantenerlo simple y nos apegaremos a sus principios fundamentales, que es de donde obtendremos mayores beneficios.
Para el caso que nos ocupa y para resumir este artículo, podríamos decir que dentro del hogar y en cualquier relación humana la postura Adulta del Yo resulta muy conveniente para lograr una comunicación armónica y efectiva. Igualmente, la postura de neutralidad auto consciente del Adulto hará que de manera natural cada cual encuentre y ocupe el lugar que le corresponde dentro del orden familiar, empresarial y en el marco de toda la sociedad.
Aprender a mantenernos en nuestro aspecto Adulto requiere un trabajo interior individual profundo, en el marco del sistema o constelación dentro de la cual interactuamos. La búsqueda de ayuda terapéutica puede ser de vital importancia en la mayoría de los casos para que se pueda generar una luz en la oscuridad y retorne el orden natural, la comprensión, la solidaridad y se restablezca la afectividad al seno de la familia, lo cual afectará positivamente a toda la cultura.
CLAVES PARA DESARROLLAR EL YO ADULTO
Para Eric Berne las personas tienen la capacidad de cambiar y re escribir sus vidas. En principio todos estamos bien por naturaleza pero a medida que maduramos revivimos situaciones de la infancia y reproducimos modelos de conducta aprendidos y actuamos según esas decisiones tempranas e inconscientes acerca de nosotros mismos, de nuestra valía, la de los demás y la del mundo que nos rodea.
Esto nos impulsa a tomar acciones que tienen consecuencias negativas, nos sentimos mal e iniciamos juegos psicológicos que retroalimentan este malestar.
La terapia basada en el Análisis Transaccional potencia y promueve el estado del Yo Adulto de la persona para que pueda salir de su guion de vida y conseguir un estado de autonomía y bienestar haciéndose responsable de su propia vida.
La clave para desarrollar el estado Adulto consiste en permitir la madurez del Niño interior y de toda la psiquis. La maduración dará como resultado natural el estado Adulto evitando la polarización entre el aspecto infantil y pueril y el aspecto crítico y autoritario de la psiquis.
Al potenciar el estado Adulto la persona adopta una posición existencial mas sana basada en la premisa “Yo estoy Bien Tu estas Bien” por medio de la cual se da cuenta del bienestar potencialmente inherente que existe en el interior de cada persona y de los juegos psicológicos de competencia, manipulación y dolor a los que es invitado por otros a través de las interacciones cruzadas.
La premisa “Yo estoy bien Tu estas bien” promueve la expresión libre de la empatía y el afecto en forma de lo que Berne llamó “Caricias” y permite la evasión de la crítica, el rechazo y la desvalorización, que el llamó “pellizcos”. De esta manera se abandona el guion que se ha llevado a cabo hasta ahora y le ha traído consecuencias indeseadas, desechando el papel de victima y los sentimientos de impotencia, desamor y desamparo. Activa el proceso de toma de decisiones autónomas hacia mejores opciones y entornos plenos de seguridad, atención y afecto.
Al poder analizar el origen de sus emociones, puede asumir la responsabilidad de sus acciones, pensamientos, emociones y sus consecuencias.
Puede elaborar un proyecto de vida basado en metas y objetivos realistas que dan significado a su existencia en un entorno seguro y afectuoso que permita la autovaloración, la realización personal y el empoderamiento.
Para terminar diremos que el análisis transaccional funciona muy bien en los ámbitos internos de la personalidad individual al igual que es de gran utilidad en toda la sociedad, como por ejemplo en la educación, la empresa, la familia, el gobierno y cualquier organización que desee tener un ambiente armónico, saludable, abierto y eficiente en el seno de la sociedad.
Lucia Serrano
Tabio, noviembre 8 de 2021. 12:12
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